Los separa una de las fronteras más largas del mundo: 4.000 kilómetros. Los vincula desde muy lejos una historia intensa, de desparramar codo a codo sangre peleando por la independencia. Y también una tensa historia de mutuas conspiraciones que alimentan sospechas. Historia que colocó a argentinos y chilenos en dos oportunidades, como mínimo, al borde de la guerra. Pero que también habla de una migración chilena que pone perfil propio en la Patagonia. Un sólida investigación aborda mucho de esta larga relación. Se trata de "¿Exilio, migración, destierro? Trabajadores chilenos en el noreste de Chubut (1973-2010)", de Mónica Gatica (Prometeo). Si bien el trabajo parece circunscripto a su enunciativo puntual, de hecho, por su manejo de fuentes, reflexiones y conclusiones, en alguna medida se prolonga como una historia general de la presencia de los chilenos en nuestro país.
–Se trata de más de un siglo de migración chilena a la Argentina. Argentina, y esto es de una fuente que hizo una buena definición del tema, siempre fue una especie de Disney World para los chilenos –dice Mónica Gatica a "Debates". Y acota:
–El libro trata sobre el exilio político chileno surgido tras el golpe de Pinochet. Pero claro, tiene como marco la historia de la inmigración chilena. ¿Cómo nos ven o nos vieron a los argentinos a lo largo de todo ese largo proceso? Como posibilidad… de trabajo, sí. Y está claro que los chilenos "hicieron" la Patagonia durante más de un siglo. Hacer en términos de los trabajos más duros, está muy claro. Pero además Argentina siempre ofreció –aun en el destrato que por décadas sufrió el chileno– cierta posibilidad de romper distancias, lo que alguna fuente me definió como "hablar con el médico mano a mano"... ¡Porque el médico en Chile, ¡bueno!, había distancia.
–¿Se puede reflexionar la migración chilena tradicional y la obligada –o sea el exilio– desde la clase social, desde el bagaje formativo y de clase con que salieron de su país?
–Yo he trabajado este tema a partir de diversas fuentes. De ahí se extrae que el grueso de los chilenos llegados a Argentina a lo largo de todo el proceso migratorio migró principalmente por razones económicas. Todo trabajo de campo sobre el tema obtiene ese argumento. El perfil muda cuando se explora la migración por razones políticas, el exilio. Aquí se obtiene que, si bien mucho de ese exilio ingresó a Argentina en una primera instancia, en general siguió luego para Europa, fundamentalmente Suecia. Esta diferencia explica una condición, una extracción de clase: los migrantes menos calificados se quedaban aquí. Y claro, como el nivel de formación está muy relacionado a la pertenencia de clase, bueno… se explica lo de Suecia, Europa…
–¿Qué nivel de formación tienen en general los chilenos migrados a Argentina?
–Algo más del 50% tiene niveles muy bajos de escolarización, niveles básicos...
–¿Hay algo –en términos de reflexionar el exilio chileno que llegó aquí y se quedó, a partir del golpe de Pinochet– en que expresó su condición, raíz política?
–Hay mucho. Y se descubre en el hilado paciente con que avanza la historia, fundamentalmente en el testimonio oral con que trabajé mi tesis. Si bien los exiliados políticos chilenos instalados en la Patagonia se refugiaron en la invisibilidad como esquema de defensa, de protección…
–Hasta que aclare…
–Y, había razones, ¿no? Pero con el tiempo emergió la experiencia que habían vivido en Chile con la Unidad Popular, Salvador Allende… la militancia, la adhesión, la entrega a ese proceso. Y esa experiencia surgió de mil maneras, especialmente en propuestas organizativas. No podía ser de otra manera, esos chilenos venían de formaciones, organizaciones políticas, toda una experiencia intensa. Y ya aquí, con el tiempo, por caso, desde el ámbito del trabajo, propone iniciativas deportivas. El fútbol, concretamente. En la Patagonia fue el exilio chileno el que formó ligas de fútbol a partir de empresas, lugares de trabajo. Jugaban argentinos, chilenos, otras nacionalidades y de hecho eran reuniones familiares, de identidad, de integración.
–La migración extranjera en la Patagonia es fundamentalmente chilena. ¿Desde lo puntual este perfil es pasible de futuras mudanzas?
–¡Está falto de información! ¡Ese proceso está en marcha! No necesariamente va a lograr una presencia tan elocuente como la chilena pero, por ejemplo, la construcción, con toda la dureza que tiene como trabajo, siempre estuvo en manos chilenas. Hoy, en espacios importantes cono en la zona de Trelew, Madryn, Rawson, está en manos de paraguayos. Los bolivianos también cuentan, especialmente en los valles de la Patagonia, donde manejan buena parte de la producción de verdura y hortalizas. También un trabajo muy duro, de comenzar a la madrugada, agachados en los surcos. Y en el caso de la verdura se dan cruces –por llamarlos de alguna manera– interesantes de relaciones de clases…
–¿Cruces como qué?
–Digamos que existe una cierta subordinación de las clases medias, medias altas y altas, a lo que definía el boliviano verdura en mano. Yo soy muy observadora, en alguna medida hago trabajo de campo todo el día. He visto a argentinas de esa condición social rogarles por un tomate. Hacerlo desde una historia de desprecio muy elocuente por ese "otro"…
–¿Racial?
–Sí, claro. Los argentinos hemos sido muy racistas, discriminadores con los chilenos, los bolivianos.
–¿Hemos o somos?
–En la Patagonia podríamos hablar de un "hemos", porque incluso chilenos y hoy bolivianos están muy integrados…
–¿El apodo de "chilote" ya no impera como causante de todos los males? Para Gendarmería Nacional, con mucha historia en la Patagonia, todo hurto, todo lío, era producto de "chilotes"…
–Bueno, un pibe que consulté en mi trabajo de campo me decía que aquí, para sus amigos, él era un "chilote" a veces de "aquí o allá". Y cuando iba a Chile, ahí era un "argentino boludo", por su acento. Pero "chilote" tiene también en Chile su carga. "Chilote" es el nacido en Chiloé, el campesino, el atrasado. Pero mire, en esto de sentir lo chileno como algo que genera cosquilleo, aquí no ha escapado nadie, ni siquiera el mundo académico…
–¿Cómo es esto último?
–Y, cuando yo comenté que mi tesis doctoral sería sobre el exilio político chileno a partir de la dictadura pinochetista, no fueron pocos los colegas que me decían: "¿Chile? ¿Para qué dedicarte a un tema de Chile?". Les era un tema estéril, extraño, sin posibilidades de tener importancia como reconstrucción de la memoria de lo sucedido, como reconstrucción de una historia que involucraba a miles de seres…
–De su libro se extrae que el 78, conflicto del Beagle mediante, fue un tiempo muy grave para los chilenos de la Patagonia. ¿Cómo definirlo en una palabra?
–Brutal. La dictadura militar argentina los trató con desprecio, sospechas de conspiraciones, brutalidad física.
–¿La dictadura sin respaldo de la sociedad?
–Toda esa brutalidad tuvo respaldo en un marco donde también había argentinos de conducta muy digna…
–¿Cómo ese ingeniero que cita y le dice a su empleado chileno: "Te voy a ayudar a que te vayas a un lugar más tranquilo, con tu familia… Aquí lo vas a pasar mal. Vendrá un camión para que vayas a Bahía Blanca, no te voy dejar solo"?
–Como él… sí, sí. Pero estaba también la otra actitud, la de esa directora de una escuela de Trelew a quien conocí y que en la escuela puso un cartel propio de la Liga Patriótica de los años 20: "Haga patria, mate un chileno". Para la Liga se trataba de un "judío"…
–"Hemos progresado, en el medioevo me hubiesen quemado a mí", dijo Freud cuando se enteró de que los nazis quemaban sus libros...
–Hemos progresado…
Río Negro