Guillermo Tonelotto es oriundo de Concepción del Uruguay pero está en la Antártida Argentina desde diciembre del año pasado. A continuación, comparte con los lectores de EL ARGENTINO la experiencia singular en el continente blanco.
Salí del Aeropuerto “El Palomar” el 5 de diciembre de 2011. A las cinco de la tarde de ese día hacía una temperatura de 22 grados positivo… estábamos ya a bordo de un avión Hercules C-130 de la Fuerza Aérea Argentina, con destino a la Antártida.
El viaje iba a tener una escala en Río gallegos, Santa Cruz. Viajamos un grupo de personas de FFAA, científicos, biólogos y personal de logística de la Dirección Nacional del Antártico (DNA).
Como no teníamos “ventana” (oportunidad meteorológica de buen tiempo) para seguir el vuelo y aterrizar en la Antártida, nos tuvimos que quedar en la gamela de Río Gallegos durante 2 días.
A las 14 del 8 de diciembre del año pasado, nos informan que se abrió una ventana en la pista de Frei, de la Base Antártica chilena.
Salimos de Río Gallegos con destino a la Antártida. Luego de tres horas de vuelo, aterrizamos en la pista de la Base chilena Frei. Por primera vez en mi vida piso suelo Antártico. La emoción me invade el alma.
Todo es raro. El clima, la adrenalina, el miedo, la ansiedad. Hacía menos 5 grados negativos y era pleno verano.
Desde la base chilena nos embarcamos en el buque “Suboficial Castillo” de la Armada Argentina, que luego de una hora y media de navegación por aguas antárticas, nos permitió llegar a la Base Argentina Alejandro Carlini (esta base antes se denomina Jubany, pero fue mejor hacerle un reconocimiento a un científico antártico). Aquí será mi año antártico.
El 8 de diciembre de 2011 a las 20 desembarqué en esta base. Para pasar lo que se denomina Campaña Antártica de Invierno (CAI).
Al llegar me crucé con gente que se va… que ya pasó el invierno. Luego nos encontramos con científicos, biólogos, técnicos, ya sea argentinos como extranjeros, y con quienes trabajaremos y compartiremos la campaña antártica.
El trabajo
Salíamos al agua a realizar filmaciones subacuáticas, extracción de sedimentos, limos, redes. Mis compañeros Anne, Susann, Michael, Ian hablan su idioma alemán e inglés y algo de castellano… pero también escuchan “idioma entrerriano”. De todos modos, el idioma inglés es el que prevalece.
Pasaron por esta base ingleses, brasileños, austríacos, japoneses, peruanos, entre otras nacionalidades. También tengo que navegar trasladando a los científicos y biólogos a otras Bases Antárticas cercanas como la base china Great Wall (La gran Muralla), la base coreana King Sejong , la uruguaya General Artigas, la base rusa “Bellinhause”, la chilena Frei. Son bases que están más cercanas, casi a unos cuarenta kilómetros aproximadamente.
Aunque a veces tenemos que llegar hasta las más alejadas como la Base polaca “Henryk Arctowski”, la brasileña “Comandante Ferraz”, que distan casi cien kilómetros.
Aparte de mi trabajo en las aguas heladas, llevo el control de todos los buques que andan navegando en la zona Antártica a través de un sistema denominado AIS (Sistema de Identificación Automática) de la Prefectura Naval Argentina.
Los meses
En diciembre se tiene sólo tres horas de noche, es decir, oscuridad. Así que para poder dormir tenemos que cerrar y tapar todas las ventanas para que no ingrese la luz.
En enero, durante las 24 horas se observa el sol. Por eso salimos a trabajar al agua, a las 2 ó 3 de la madrugada y es como si fueran las 11 de la mañana.
En febrero continuamos trabajando en el agua, y cuando no se puede salir por cuestiones meteorológicas (por ejemplo, cuando el viento sopla más de veinte nudos está prohibido salir) realizamos mantenimiento en la base. En definitiva, siempre estamos trabajando ya sea en las tareas específicas o ayudando en las generales.
Marzo se caracteriza porque empieza a cambiar el clima. Hay más noches, menos claridad, la temperatura ya baja menos diez grados.
Se van los últimos científicos. Es un tiempo duro y triste. Nos quedamos solos con la dotación que está integrada por personal del Ejército, de la Fuerza Aérea, Prefectura Naval y pocos civiles. En total somos 26 personas que constituimos la dotación y comenzaremos la invernada. Es la etapa más difícil del año antártico. ¡Hacemos Patria!”
En verano (desde diciembre a marzo) va y viene gente constantemente. Son científicos, glaciólogos, biólogos. Muchos tienen una experiencia importante, con más de diez años en la Antártida.
Esta base es netamente científica. Se realizan estudios del ambiente, de la contaminación del agua, sedimentos, derretimiento de los glaciares, temperaturas, mamíferos, aves, Niveles de CO2, entre otros proyectos.
Desde abril hasta junio la dotación está sola. Realizamos mantenimiento general de la base, siempre dentro de los locales, porque afuera es imposible por las bajas temperaturas y los vientos.
En julio no tenemos nada de luz de día. Las 24 horas es de noche. Las temperaturas son de menos 27 grados y la sensación térmica es de menos 33 grados. Todo se congela, hasta los cordones de las botas y los pelos de la barba te quedan duros.
Las comidas son enlatadas y/o en polvo. Por ejemplo huevo en polvo. Por eso extraño una buena ensalada de tomate y lechuga y las naranjas y mandarinas entrerrianas. Psicológica y físicamente estamos preparados. El cuerpo y la mente van sufriendo modificaciones, desgastes y adaptaciones de manera constante.
Es muy importante la convivencia y el compañerismo durante la invernada. En nuestra base prevalece el sentido de pertenencia, somos un solo grupo y tenemos mucha armonía.
La televisión se instaló este año y podemos ver los partidos de River, el Turismo Carretera. Siglo a los hermanos Bonelli (aprovecho para mandarles un fuerte abrazo de un antártico).
Agosto es una época muy dura. Para mí creo que fue la más difícil, por el tema del clima (temperaturas menos 30 grados, vientos de 130 kilómetros con nieve, que no se llega a ver ni a un metro). Está prohibido andar solo y hasta a veces se prohíbe salir afuera. La oscuridad es total.
Septiembre cambia. De a poco se comienza a ver la claridad en el horizonte, aunque el frío sigue. Hay días que tenemos sol, y eso da vida.
Llegaron los primeros biólogos que estudian a los mamíferos (lobos marinos, elefantes marino) y a las aves (pinguinos, skua, petreles).
Octubre es un mes donde la claridad es más evidente. Lentamente se va descongelando la zona. El frío sigue y hay días que tenemos menos 20 grados, como así también algunas tormentas de nieve y vientos.
La Antártida es maravillosa, única, hermosa. Soy un agradecido y un privilegiado de estar aquí. Quiero agradecer a la Dirección Nacional del Antártico, a la Prefectura Naval Argentina, al Instituto Antártico Argentino, especialmente a mi familia y amigos porque nos apoyan de manera incondicional. Sin ese esfuerzo, sería casi imposible llevar adelante esta experiencia, que con ese apoyo se transforma en algo hermoso.
Me cuentan mis amigos de EL ARGENTINO que estas líneas serán publicadas. Les agradezco porque estamos mucho más cerca.
Por Guillermo Tonelotto (*)