viernes, 25 de febrero de 2022

ANTÁRTICA: Juan Höfer: “Si la temperatura del planeta no aumenta dos grados, los cambios en la Antártica no serán irreversibles”


El oceanógrafo y académico de la PUCV integra un equipo de 200 investigadores de 19 países que estudian los impactos de la crisis climática en los ecosistemas del Océano Antártico desde diferentes aristas. Uno de los hallazgos más relevantes de este panel internacional de científicos tiene que ver con que el continente antártico está sufriendo menos los efectos del cambio climático que el Ártico. “Por debajo de los dos grados, la Antártica tiene una capacidad de resiliencia más alta que el Ártico”, dice Höfer. Pero hay que actuar aquí y ahora.

Yo siempre digo que la Antártica es el corazón del planeta. En el invierno el hielo marino se duplica o triplica, y en verano se reduce mucho. Es como el corazón, el bombeo del corazón. Ese hielo marino es importante porque refleja gran parte de la radiación que llega y evita que nos calentemos mucho. Lo mismo pasa con los glaciares. Todos son nuestro aire acondicionado”.

“No vamos a perder la Antártica con la que soñamos, conocemos, no va a desaparecer del imaginario colectivo. Pero a partir de los dos grados los modelos, que tienen su grado de error, empieza a perder su hielo marino, la fauna clásica empieza a pasarlo mucho peor”.

Refugiado en la soledad del Campus Curauma de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), producto del receso universitario para los estudiantes, al oceanógrafo y académico de la Escuela de Ciencias del Mar de esa casa de estudios, Juan Höfer, aún le cuesta volver a los avatares propios del trabajo. Acaba de estar tres meses en la Antártica, en conexión con la naturaleza más salvaje, en lo que representó su quinto viaje al continente blanco, donde ha labrado su trayectoria como investigador antártico. “Sumando todo, he estado un año acumulado en la Antártica”, comenta el profesor español, avecindado en Chile hace seis años.

Actualmente Höfer cumple un papel muy importante en pesquisar evidencia científica sobre el comportamiento del Océano Austral o Antártico y el mismo continente blanco, acaso uno de los puntos del globo menos explorados y más incógnitos. El académico de la PUCV es uno de los cerca de 200 investigadores de 19 países que conforman un equipo llamado Marine Ecosystem Assessment for the Southern Ocean (MEASO, por sus siglas en inglés), cuyo objetivo justamente es analizar los efectos del cambio climático en los ecosistemas y en los servicios ecosistémicos del Océano Antártico y del continente homónimo a través de diferentes áreas de estudio.

La génesis de este panel internacional, que intenta combatir el precario conocimiento que hay sobre estos ecosistemas australes, se remonta a 2018, año en que se realizó un congreso científico de investigación antártica marina en Hobart, capital de Tasmania, Australia, al que Höfer fue invitado. “Hobart es el equivalente australiano a Punta Arenas como puerta de entrada a la Antártica”, aclara el académico, quien en enero de 2019 volvió a ser invitado por dos colegas australianos para participar del ya citado MEASO.

Y aunque la coordinación con todos los miembros no ha sido sencilla, debido a los husos horarios diferentes por cada país, el grupo internacional se ha anotado importantes hallazgos respecto de los cambios experimentados por los ecosistemas del Océano Antártico producto de la crisis climática. Los estudios, publicados en formato de papers científicos y algunos ya presentados en la última COP26 de Glasgow, abarcan desde el aumento de las microalgas hasta la pérdida de hielo marino en la zona. Uno de los más significativos toca con que los efectos de la crisis en la Antártica son menos acelerados que en el Ártico, y que si la temperatura del planeta no aumenta dos grados es posible que la Antártica no sufra cambios irreversibles. Pero se necesita actuar con la máxima celeridad, dice el profesor Höfer, de la Escuela de Ciencias del Mar de la PUCV.

-¿Cuál era el estatus de la Antártica antes de la conformación del MEASO y cómo se distribuye el trabajo entre quienes están más “cerca” de la Antártica y los demás?

-Bueno, para muchos de esos informes internacionales, el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y el Panel Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), la Antártica no existe. En el último reporte del IPCC recién hubo un especial de polos y criósfera, pero los primeros informes no había nada. Desde hace algunos años de incluye la parte física de la Antártica, pero parte de los ecosistemas se deja un poco de lado. Ahora, más que hacer un reporte macro, nuestra idea como MEASO es reunirnos virtualmente cada dos semanas aproximadamente y hacer pequeños trabajos individuales tipo artículo científico y sacarlos en una revista de este corte. Cuando estén todos terminados, la idea es poder condensarnos en un libro, y luego pasarnos por una revisión científica donde se abren rondas al público, como pasa con el IPCC y el IPBES. Pero hay científicos que participan en uno o varios estudios al mismo tiempo. Yo he participado en seis y estamos a la espera de que salga el séptimo.

El escenario climático de la Antártica, dicen los integrantes del MEASO, es menos desalentador que el del Ártico.

-¿Pero hay un hilo conductor que guíe el trabajo del panel?

-Claro, hay un eje vertebrador. El último trabajo en el que participé yo trata sobre lo que se llaman los “drivers”, los que gatillan los cambios, analizando todas las evidencias de los últimos 30 años del punto de vista físico en la Antártica: los cambios en las corrientes, la entrada de agua dulce y la pérdida de hielo marino. Hay otro que desarrolla una colega del Reino Unido sobre los forzantes locales, ya que hay poca presencia humana, pero igual hay pesqueras, los mismos investigadores también contaminan y los muchos turistas que van a la Antártica. Pero casi todos los problemas más peligrosos para la Antártica son globales.

-¿Cuál ha sido su propia contribución dentro del MEASO?

-Bueno, yo participo de varios estudios, pero diría que mi pequeña contribución, entre otras, ha sido compilar la información que hay en la literatura científica sobre la entrada de agua dulce a la Antártica, tema que yo he tratado personalmente. Sabemos que cuando los glaciares se derriten aportan ciertos metales al medio marino, lo que puede ser bueno porque los necesitan para crecer. Pero ese aporte no es como creíamos. Y por el contrario el derretimiento de los glaciares libera sedimento que viene de la roca y que puede matar al krill, muy abundante en la Antártica. El krill confunde la roca con las microalgas y termina varados en la costa. Hay otros colegas que trabajan con el tema de las temperaturas. Está a punto de salir otro artículo sobre zooplancton y ya participé del fitoplancton, donde hicimos análisis de todas las imágenes satelitales en un período de 24 años. Lo que es importante es que se empiezan a detectar cambios en un lugar en que el cambio estacional es muy fuerte a lo largo del año: en el verano casi solo hay luz y en el invierno no hay. Ahí lo que tratamos de ver es si existe, a pesar de esos cambios, una tendencia de largo término.

-¿Y a qué conclusión llegó esa investigación?

-Los resultados no son lo que esperábamos, eso es parte de la ciencia. Lo que podemos ver en los últimos “veintitantos” años, es que, en general, la concentración de microalgas ha aumentado en el Océano Antártico en su conjunto global. Hay zonas muy específicas donde disminuye; son algunos mares donde hay hielo marino. Pero es primera vez que se miraba durante tantos años a una escala circumpolar, es decir, cubriendo toda la Antártica. El trabajo sobre el zooplancton fue un trabajo más bibliográfico.

-¿Y eso qué efecto positivo acarrea?

-Cuando las microalgas crecen y se reproducen, hacen fotosíntesis capturan el CO2 de la atmósfera hacia el agua. Como ha habido un ligero aumento en el global, incluso más de lo que creíamos, es algo positivo hasta hoy. Sin embargo, muchos de los ecosistemas que estudiamos tienen “puntos de inflexión”, cosas difíciles de predecir; puede pasar que las microalgas crezcan, pero dentro de unos años quizás se haya perdido más hielo marino, y cuando el deshielo es muy fuerte en algunas zonas, trae roca pulverizada y materia en suspensión, y pone una sombrilla y la luz no pasa, por lo que a las microalgas les cuesta más crecer. Pero, al parecer, las microalgas nos están ayudando. Pensábamos que hallaríamos más zonas de la Antártica con tendencia negativa. Son zonas donde hay pesquerías, krill, las más negativas. Sin embargo, cuando uno mira el zooplancton, parece que en ciertas zonas está habiendo una escasez, por ejemplo, del krill, sobre todo cuando hay una pesca intensa. Aunque la pesca está controlada, cerca de una isla podría tener algún efecto. Respecto de los pingüinos, hay algunas especies que han aumentado, pero hay otras que están disminuyendo dramáticamente, sobre todo en la zona de la península antártica.

-Entiendo que también han hecho algunas proyecciones sobre el estado de la Antártica y su comparación con el Ártico.

-Sí, una de las cosas que ya sabemos hoy es que -en el entendido que no vamos a bajar de los 1,5 grados de temperatura del planeta, porque tendríamos que dejar de emitir carbono desde mañana- la Antártica aguanta mucho más que el Ártico. Si mantenemos la temperatura hasta dos grados, los cambios no van a ser tan malos. Los cambios son mucho más acelerados en el Ártico. La Antártica está cambiando, pero esos cambios no van a ser irreversibles, no vamos a perder la Antártica con la que soñamos, conocemos, no va a desaparecer del imaginario colectivo. Por debajo de los dos grados, la Antártica tiene una capacidad de resiliencia más alta que el Ártico. Pero a partir de los dos grados los modelos, que tienen su grado de error, empieza a perder su hielo marino, la fauna clásica empieza a pasarlo mucho peor, como por ejemplo los huevos y los ejemplares juveniles del krill, que tienen menos capacidad de adaptación que los individuos adultos. El mensaje que transmitimos desde el MEASO es que hay que actuar ya, que no basta con trabajar con escenarios del año 2100. En la Antártica no está todo perdido, pero hay que actuar ya.

En su quinta visita a la Antártica, el profesor Höfer pudo experimentar la abundancia de ballenas jorobadas.

-¿Y qué podría suceder si la Antártica sufre tal nivel de afectación?

-Tiene dos problemas muy graves. Yo siempre digo que la Antártica es el corazón del planeta. En el invierno el hielo marino se duplica o triplica, y en verano se reduce mucho. Es como el corazón, el bombeo del corazón. Ese hielo marino es importante porque refleja gran parte de la radiación que llega y evita que nos calentemos mucho. Lo mismo pasa con los glaciares. Todos son nuestro aire acondicionado. La roca capta más energía que el glaciar, nos devuelve entre el 10 y el 15 por ciento, y el agua entre un 2 o 4 por ciento. El hielo conserva mucho más tiempo el calor y eso regula el clima en el planeta. Y el otro problema es que se pueden alterar las corrientes marinas que tienen un efecto muy grande en las costas de los países de Sudamérica. La Antártica genera corrientes de agua muy densas, frías y profundas, y transmiten ese frío a los otros océanos. El problema es que esas aguas profundas se están generando a menor tasa que hace 25 años. La diferencia de un grado no la notamos a simple vista, pero marca una gran diferencia.

-¿Por qué los cambios son más acelerados en el Ártico que en la Antártica?

-A ver, aunque los veamos iguales, un polo y otro polo de la Tierra son opuestos. La Antártica es una masa de tierra gigante, con un montón de hielo acumulado sobre tierra. Alrededor de eso hay agua y es un continente. En cambio, el Ártico es un océano, es pura agua, con un montón de hielo flotante marino, que popularmente se les llama casquetes. Alrededor de él hay mucha masa terrestre, para acceder por Canadá, Groenlandia y Noruega. Las condiciones de una y otra son muy diferentes. El Ártico mantiene la temperatura fría en la zona por una corriente, pero a medida que el aire empieza a subir y bajar de latitud, es como la de un río. Y eso produce las olas de frío que hemos visto en Estados Unidos y Europa, mientras en Groenlandia, en febrero, que es el mes más frío, por primera vez la temperatura estaba por encima de los cero grados. Es porque el aire cálido sube más hacia el polo y el aire frío, en cambio, baja. En cambio, en el hemisferio sur es casi todo agua y eso ayuda a la Antártica. Recordemos que hay una corriente circumpolar antártica que transporta la mayor cantidad de agua por segundo de toda la Tierra y que es muy fría; da vuelta todo el continente y por eso a las aguas cálidas del norte les cuesta más entrar.

-Por último, ¿qué se ha podido descubrir en sus investigaciones respecto del rol que cumple el krill en el secuestro de carbono desde la atmósfera hacia el mar?

-Efectivamente, el krill nos ayuda mucho a que el calentamiento global no sea tan rápido. Consume mucha energía el krill cuando se come las microalgas, y lo que no se come, lo defeca, lo prensa en pequeños paquetes fecales que se hunden muy rápido y no vuelven a la atmósfera. Eso nos ayuda. Esta función la cumplen otros organismos, pero el krill es muy abundante en la Antártica, es mucha biomasa. Y nosotros no habíamos pensado mucho en la proyección que tiene el Océano Austral en tanto conecta al sistema global de océanos. Hay miles de millones de toneladas de especies que cruzan desde el hemisferio norte al sur para alimentarse a la Antártica, y luego, por ejemplo, las ballenas transportan todo el krill por toda la costa de Chile y Perú, y se reproducen en la costa de Ecuador o Colombia. Reparten el krill por todo el océano y éstos a través de sus desechos fecales aportan hierro al océano. Y eso solo existe a nivel terrestre; en general hay poco hierro en los océanos.


País Circular

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