En septiembre de 1988, España es aceptada como Miembro Consultivo del Tratado Antártico, poniéndose en marcha, dentro del Plan Nacional de Investigación, un Programa Nacional de Investigación Antártica, cuyo objetivo fundamental es la coordinación de los distintos proyectos de investigación, así como proporcionar el respaldo económico y logístico necesario para la materialización de los proyectos.
Para poder integrarse en el Tratado Antártico como miembro de pleno derecho, y sobre todo para integrarse en el SCAR(Scientific Commitee on Antarctic Research – Comité Científico de Investigaciones Antárticas), condición que no alcanzó España hasta julio de 1990, eran condiciones necesarias el tener instalada y operativa una Base Antártica, y además el desarrollar en ella trabajos científicos de nivel suficiente, a juicio de los propios miembros del SCAR.
Para ello, España instaló en 1988 la Base Antártica Española “Juan Carlos I” (BAE para abreviar), en las coordenadas 62º 39′ 46″ de latitud Sur, y 60º 23′ 20″ de longitud Oeste, en la Bahía Sur de la Isla Livingston, perteneciente a lasShetland del Sur.
Puesto que tuve el honor y el placer (éste sólo a ratos) de participar en las primeras expediciones científicas de España en aquellas tierras/hielos, quiero tener ahora el honor y el placer (aquí ya todo el rato) de contarles desde esteBlog cómo llegué hasta aquel lejano territorio, con algunos detalles del camino desde España hasta la BAE.
Para ir conociendo el destino del viaje, les diré que la Antártida es un enorme continente con una superficie de algo más de 14 millones de km2, aproximadamente vez y media el tamaño de Europa, con un substrato de tierra firme permanentemente cubierto de hielo, que llega a extenderse en invierno hasta los 27 millones de km2. La cubierta dehielo de la Antártida se estima en 20 millones de km3, lo que constituye el 90% del hielo mundial, así como el 80% de las reservas de agua dulce del planeta.
El 98% de su superficie se encuentra permanentemente cubierta de hielo y nieve, y únicamente en un 2% del territorio, concentrado en las costas, es donde se asientan la mayoría de las Bases Antárticas de todos los países.
En ese 2% del territorio es donde se dan las circunstancias adecuadas para que la fusión del hielo durante los tres meses del Verano Austral permita dejar al descubierto el suelo, y con ello la vida para los musgos y líquenes que constituyen prácticamente la única forma de vida vegetal antártica.
Para los expedicionarios antárticos españoles existen en esencia dos caminos para cubrir el trayecto entre España y la BAE, uno es vía Argentina y el otro vía Chile, en ambos caminos el “salto del charco” no ofrece muchas dificultades, ya que se trata de vuelos regulares entre Madrid y Buenos Aires o Santiago de Chile, y viceversa. Los problemas comienzan antes o después de estos viajes regulares, cuando, como en el caso de mi primer viaje, las circunstancias se encargan de complicar las cosas.
En este sentido me voy a tomar la licencia de relatar, casi en clave de humor, el comienzo del primero de mis viajes, en el que al llegar al aeropuerto de Madrid/Barajas me encontré con uno de los gestores del Programa, que me informó de la desafortunada circunstancia de que, por fallos en el sistema logístico, se había quedado en tierra parte del material científico necesario para la campaña, por lo que había que añadir a mi equipaje personal dos enormes cajas metálicas, de unos 40 kilos en canal por caja, lo que añadido a mi petate suponía 100 kilos de “equipaje personal”.
A la vista de su tamaño y peso, intuí enseguida que “aquello” me iba a crear problemas, … y así fue, ya que dio lugar a laboriosas negociaciones con los responsables de carga de los distintos aeropuertos, que fueron unos cuantos, para convencerles de que “aquello” era una prolongación de mi equipaje personal y que debía ser incluido como tal, sin cargo.
Y digo sin cargo porque al no estar previamente presupuestado cualquier coste adicional tendría yo que asumirlo como propio ¡Y hasta ahí podían llegar las cosas!
Tras salir de Madrid en un lluvioso y desapacible día de otoño en nuestro Hemisferio Norte, la llegada a Buenos Aires en plena Primavera Austral, y los días de espera en esa preciosa ciudad, la Reina del Plata, hasta poder comenzar el camino hacia el Sur, fueron un auténtico descanso.
Buenos Aires es una ciudad impresionante en muchos sentidos; la primera reacción para el europeo que la visita es la sensación de serle familiar, porque en efecto Buenos Aires es tal vez la más europea de todas las ciudades no europeas, su urbanismo, las fachadas de sus edificios públicos y privados, sus teatros, sus monumentos, sus plazas y jardines, y hasta el aspecto y costumbres de sus habitantes hacen pensar en París, Roma o Madrid.
La fama mundial que tiene la carne de las vacas argentinas se confirma al entrar en cualquiera de los numerosos restaurantes de la Avenida 9 de julio, la más emblemática de la ciudad con su espectacular obelisco, o los de la famosa Avenida Corrientes, o Suipacha, o tantas otras con sus asadores criollos, en los que el asado de carne vacuna es el plato por excelencia.
Muchos son los rincones de Buenos Aires cargados de recuerdos, con frecuencia unidos a letras de tangos que los hicieron famosos, así ocurre con Caminito, una curiosa calleja de apenas 50 o 60 metros en pleno barrio de la Boca, con un colorido espectacular en las paredes, adornadas con esculturas y bajorrelieves de buen número de artistas argentinos.
BUENOS AIRES (Arriba: Avenidas Corrientes y 9 de julio; Abajo: Barrio de la Boca y Caminito)
Desde Buenos Aires, fui dirigiéndome hacia el sur enlazando una serie de vuelos domésticos, pasando por Bahía Blanca, Rawson, Comodoro Rivadavia, Río Gallegos, Río Grande y Ushuaia, llegando por fin, tras múltiples complicaciones en cada uno de los aeropuertos, con largas y tediosas explicaciones a los responsables para que colara como “bultos de mano” mi enorme y pesado equipaje.
Tampoco fueron pequeñas las discusiones con los taxistas, que se resistían a meter aquello en sus coches, simplemente porque no cabía dentro y había que llevarlo atado por fuera de mala manera, con el personal de Aduanas que…, etc., etc.; pero finalmente llegué a la pintoresca población de Ushuaia, que ostenta orgullosamente el título de laciudad más austral del mundo, al encontrarse en la Tierra del Fuego, al sur de la Patagonia.
En Ushuaia, pude por fin enlazar con otros dos expedicionarios antárticos españoles para embarcar en el Buque Oceanográfico Las Palmas, en el que zarparíamos hacia la Antártida.
Al embarcar tuvimos que “acomodarnos” 16 personas, de distintas procedencias y con diferentes destinos, en un único camarote con 9 literas (tres columnas de tres), de forma que procedimos a sortearlas.
Aunque con cierta pena, que se me pasó enseguida, por los siete compañeros de viaje que no tuvieron suerte en el sorteo y se vieron obligados a dormir sobre sus propios equipajes, yo pude disponer de una litera a la que atarme para evitar así ser echado al suelo en alguno de los bandazos del barco, puesto que teníamos ante nosotros el cruce delCanal de Beagle, el Cabo de Hornos y el temido Paso del Drake, con un mar permanentemente revuelto, donde los temporales son prácticamente inevitables.
En ese sentido, nos tranquilizaba el hecho de que el Las Palmas era un buque casi tan insumergible como una boya, pero por la misma razón sus movimientos eran también como los de una boya.
Con sus 41 metros de eslora (largo) y 11.5 metros de manga (ancho), este pequeño buque había sido un antiguoremolcador de altura, es decir que no era un buque antártico, ni un rompehielos, a lo más a lo más podría ser considerado un “empuja-hielos”, en palabras del propio capitán del buque.
Sin embargo, a pesar de sus limitaciones y achaques, todos los que alguna vez navegamos en él conservamos un especial cariño por ese flotador nato.
En la actualidad el BIO (Buque de Investigación Oceanográfica) “Hespérides”, es el que transporta y da apoyo logístico a los expedicionarios antárticos, disponiendo de un tamaño y capacidad que duplican las del anterior, y estando dotado de los más sofisticados equipos de ayuda a la navegación, con lo que claramente ha dejado pequeño en todos los sentidos al humilde BIO A-52 Las Palmas.
Sin embargo, aquí entre nosotros y sin que nadie se entere, en mi opinión los viajes en el viejo Las Palmas eranmucho más marineros, no sé… mucho más de expedición antártica.
BIO (Buque de Investigación Oceanográfica) A-52 "Las Palmas"
Cuatro días tardamos en recorrer los algo más de mil doscientos kilómetros que separan Ushuaia de las Shetland del Sur, durante los cuales lo único que vimos, aparte de las olas, fueron icebergs de todos los tamaños y formas, los primeros de éstos témpanos de hielo a la deriva que avistamos eran de pequeñas dimensiones, pero después fuimos encontrando ejemplares, cuyas dimensiones superaban los 200 o 300 metros de largo, con una altura sobre el nivel del agua de unos 30 a 40 metros, lo que indicaba que su altura total, incluyendo la parte sumergida, podía ser del orden de los 250 metros. Por supuesto todos ellos enormemente mayores que el humilde BIO Las Palmas A-52.
Finalmente empezamos a vislumbrar en el horizonte, además de los hielos a la deriva, otros hielos fijos, soportados por las islas que forman el contorno de la Península Antártica, con lo que muy pronto entramos en decepción, quiero decir que entramos en el cráter de la Isla Decepción, donde… Bueno ¡Ya les contaré!
Adolfo Marroquín
Ciencia fácil
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