La expedición del Trineo del Viento ha comenzado a trabajar en un viaje nunca antes realizado: recorrer en círculo el corazón de la Antártica, un "reto técnico, científico y geográfico" que puede abrir una nueva etapa en la exploración del continente helado.
"El viaje es muy complejo y requiere muchísima preparación. Serán 7.000 kilómetros a 50 grados bajo cero", explica en una entrevista con EFE Ramón Larramendi (Madrid, 1965), responsable del proyecto y considerado uno de los exploradores españoles más importantes del siglo XX.
Recientemente, el equipo que dirige concluyó la primera circunnavegación en la historia a Groenlandia, cuyos resultados científicos serán presentados hoy en Madrid.
Su nueva aventura tendrá lugar el próximo verano austral (noviembre 2015 - febrero 2016) y supondrá no sólo cubrir esta ruta por primera vez sino hacerlo con el Trineo del Viento, que se moverá con la ayuda de, al menos, veinte cometas, explica Larramendi.
En la última expedición a Groenlandia se usó "un prototipo o eslabón intermedio" para averiguar el camino a seguir: el resultado es que se necesitarán "muchas pequeñas mejoras".
El nuevo trineo será más largo, 19 metros frente a los 13 del último, y transportará una carga de 2000 kilos y seis personas (dos científicos y seis técnicos).
En definitiva, no solo será "un reto geográfico sino también técnico y científico", ha añadido el expedicionario, que pretende que esta expedición se convierta en la primera que forme parte del Programa Nacional de Investigación en la Antártida (PNIA). "Ahora estamos trabajando en ello para que así sea".
"Sin ninguna duda, el trineo puede ser usado como un vehículo de investigación científica, y España puede desarrollar con él un programa de investigación; es una fórmula completamente novedosa".
Ello permitiría tener una presencia estable en el continente, hoy circunscrita a las islas Shetland del Sur.
El interior de la Antártida es "el lugar más remoto y menos conocido, donde prácticamente no se realiza ningún trabajo", agrega Larramendi.
Actualmente, el gigantesco territorio, equivalente a toda Europa, acoge bases de EE.UU., China, Rusia y una conjunta franco-italiana.
Además de garantizar una presencia estable a España, el uso del trineo no tiene impacto ambiental, y su coste es muy inferior al mantenimiento de una base antártica o de un buque como el Hespérides.
Todo el programa (del trineo) costaría menos de la mitad del precio del combustible del Hespérides en su expedición antártica.
Desde el punto de vista científico, añade Larramendi, "está claro que tiene limitaciones", pero sería posible realizar entre el 60 y 70 % de los trabajos de investigación.
Durante la reciente circunnavegación a Groenlandia recopilaron miles de datos a partir de muestras de aire y nieve, cuyo objetivo es conocer los cambios del clima de los últimos 20.000 años, así como detectar la presencia de sustancias contaminantes en el lugar. El Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC) es el encargado de recibirlos y analizarlos.
Larramendi destaca que lo más duro de la última aventura no es el cansancio físico sino el psicológico, porque significó permanecer durante 50 días con otras cinco personas en un entorno muy pequeño, a 32 grados bajo cero, una temperatura "relativamente cálida", bromea.
Para él, lo más duro y peligroso fue la aparición inesperada de un campo de grietas, que hubo que sortear navegando con un estrecho margen de maniobra.
El trineo se compone de un módulo que actuará como locomotora; el de carga, para los equipos científicos; el que precisan los expedicionarios (comida, ropa, sacos de dormir, etc.); y el módulo de vivienda y laboratorio para los pilotos y científicos.
Entre 1990 y 1993, Larramendi viajó de Groenlandia a Alaska, en total 14.000 kilómetros, empleando solo trineo de perros y kayak. Aquella travesía, que publicó la revista National Geographic, le consagró como uno de los grandes exploradores del mundo. EFE
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