domingo, 23 de septiembre de 2012

Punta Arenas, ciudad antártica



Una espléndida edificación de estilo daba marco de dignidad urbana a la plaza Muñoz Gamero de Punta Arenas en 1910. De izquierda a derecha: residencia del empresario Juan Blanchard (actualmente la sede del INACH), edificio del Banco Anglo-Sudamericano, edificio del Banco Comercial y Club Magallanes y casa matriz de Braun & Blanchard.


En este artículo, el recordado embajador Jorge Berguño Barnes (1929-2011) hace un recorrido por los hitos urbanos de Punta Arenas asociados a la historia antártica, una historia que convierte a nuestra ciudad en un ícono de las epopeyas polares a nivel mundial. Amundsen, Nordenskjöld, Shackleton, Gerlache, Scott y Pardo son nombres pertenecientes a la etapa heroica de la exploración polar y que son recordados aquí durante su paso por la Punta Arenas de comienzos del siglo XX.

A pesar de su corta existencia, Punta Arenas tuvo una vida azarosa, particularmente en sus primeros veinte años, cuando su condición de colonia penal y su directa dependencia de los centros administrativos estatales limitaron y obstaculizaron un desarrollo espontáneo que su condición austral y marítima presagiaban como inevitable. Sobrevino inesperadamente una época dorada durante la cual, según el escritor Domingo Melfi, “la ciudad los envolvía a todos en el sortilegio de su crecimiento”.


En sólo dos décadas, desde 1890 a 1910, Punta Arenas se había transformado. Fue tan vertiginosa la transformación que el explorador Roald Amundsen, habiendo zarpado de Punta Arenas en el Belgica el 14 de diciembre de 1897 y retornado de una penosa invernada antártica el 28 de marzo de 1899, registró en su Diario esa intensa impresión de cambio: “Punta Arenas ha crecido asombrosamente. Hay luz eléctrica y teléfonos en todas partes, se ha pavimentado extensamente y hay tiendas amplias y elegantes. (…) Los hábitos y la moralidad de la gente también han cambiado. Era usual deambular por todas partes en vestimenta informal y descuidada. Ahora se exige andar vestido a la última moda. El sector portuario está notoriamente más activo que dos años atrás…”.

Esta década coincidió con el mayor despliegue de expediciones antárticas y la ubicación de Punta Arenas, su posición marítima estratégica en el tráfico interocéanico, así como su capacidad para cobijar, abastecer y facilitar las operaciones de los exploradores, como antes y después lo había hecho con loberos y balleneros, convirtieron a Punta Arenas en el gran puerto antártico.

Esta condición la ostentaba mucho antes, como consecuencia de la cooperación internacional iniciada con la observación del tránsito del planeta Venus y de los Años Polares Internacionales. No obstante, el progreso urbano ha borrado los rastros de la presencia de la Misión Astronómica Alemana encabezada por el Dr. Anwers, director del Observatorio Astronómico de Berlín; de la Misión Científica Francesa, cuyo programa fue elaborado por la Academia de Ciencias de París, despachándose desde Punta Arenas más de 200 cajas de muestras científicas recogidas en la región del cabo de Hornos; y de la Misión Científica Sueca encabezada por el Dr. Otto Nordenskjöld, quien sostuvo conversaciones con el gobernador Manuel Señoret y la Sociedad Científica de Chile sobre la organización de una expedición antártica chileno-sueca en el buque Magallanes, de la Armada.

En cambio, para los años del 900, la arquitectura de la ciudad conserva casi todos los grandes hitos de su pasado antártico. Desde el emplazamiento del edificio del Instituto Antártico Chileno en Punta Arenas, frente a la Plaza Muñoz Gamero, se respira por todos los muros de la antigua Residencia Blanchard un extraordinario ambiente: la fusión del proceso de crecimiento urbano con la gran epopeya de la historia antártica de fines del siglo XIX y comienzos del pasado siglo XX.

Juan Blanchard, quien había sucedido a su tío Gastón, un comerciante francés de Valparaíso, 
en la Sociedad Braun y Blanchard, simultáneamente con el ascenso a socio principal de Mauricio (Moritz) Braun en reemplazo del fallecido pionero José Nogueira, encargó la construcción de su residencia a Antoine Beaulier. Blanchard y Beaulier tendrían, cada uno, su conexión antártica.

Examinemos primero el entorno próximo de la Residencia Blanchard. Los terrenos en que se ubicaba el chalet Williams pasaron a pertenecer a Walter Curtze, como consecuencia de su casamiento con María Williams. En la antigua firma Nogueira & Blanchard, Curtze era el hombre de confianza del portugués, a cargo de las representaciones mercantiles, agencias extranjeras y seguros. En la nueva sociedad y en casi todos los grandes emprendimientos de Braun & Blanchard y otros propios, fue Curtze un magallánico destacado. Con ocasión de la primera expedición naval antártica que partió y retornó a Punta Arenas, comandada por Adrien de Gerlache en la Belgica (1897), fue Curtze el principal anfitrión de los expedicionarios, entre los cuales se contaba el futuro conquistador del polo sur, Roald Amundsen. Curtze les ofreció “un espléndido lunch” en la hijuela de su compatriota Juan Buckman. Según el Diario de Amundsen, el menú no era tan impresionante (asado al palo, sopa y fruta) “pero es el gesto el que cuenta”; 19 nacionalidades estaban representadas en este agasajo, durante el cual Amundsen ha podido conocer a su compatriota Adolfo Amandus Andresen, el pionero de la caza de la ballena en aguas antárticas.

La propiedad de Blanchard limitaba también con la de Juan Bitsch y con la Primera Compañía de Bomberos, que había sido fundada en 1889 como “Bomba Magallanes”. El papel más importante de la Primera Compañía de Bomberos en el historial antártico local fue ofrecer una gran velada de gala a la cual asistieron, en irreprochable tenida de “smoking”, el explorador Ernest Shackleton, sus compañeros rescatados por la Yelcho y el piloto Luis Alberto Pardo, héroe del rescate.

En la misma calle Roca, siempre limítrofe con la retaguardia de la propiedad de Blanchard, se encontraba el Banco de Punta Arenas, construido el mismo año 1907 y en funcionamiento desde enero de 1909. En sus pisos superiores funcionaba el Club Británico, al cual acudieron, en un momento muy difícil, Shackleton, Carlos Riesco (editor del Magellan Times), Alan McDonald (presidente del club) y Charles A. Milward, el cónsul británico en cuya casa se alojaba Shackleton y en cuyo “living” el explorador, en un acceso de nervios, había incrustado una bala [se trata del chalet Milward, donde actualmente tiene sus instalaciones el diario El Pingüino].

Se ha mencionado que Blanchard construyó su solar en terrenos que ocupaba en parte el viejo correo, hasta que se construyó el nuevo en 1905, en la calle que lleva el nombre de José Menéndez. El Correo de Punta Arenas, como lo ha destacado un historiador de la región [Sergio Lausic], tuvo siempre importancia en la difusión de noticias de las expediciones antárticas, pero en una ocasión, al menos, jugó un papel decisivo. Mencionemos que el mundo entero carecía de noticias sobre la suerte del Discovery, del capitán Scott, aprisionado entre los hielos hasta que dos vapores auxiliares consiguieron abrirle con dinamita un angosto pasaje hacia la libertad. De regreso a Inglaterra, la corbeta Discovery llegó a Punta Arenas, procedente de Nueva Zelandia, a las 2.00 AM del 8 de julio de 1904. El capitán Robert Falcon Scott y un oficial, acompañados por el cónsul Milward, depositaron casi 400 cartas en el Correo de Punta Arenas.

Por Jorge Berguño Barnes

Versión adaptada de artículo disponible en el Boletín Antártico Chileno (www.inach.cl).

Chalet Milward (Av. España 959). Fue residencia del cónsul británico Charles Allan Milward, quien asistió en 1904 al capitán Robert Scott en el envío de correspondencia del buque Discovery desde Punta Arenas; organizó en 1905 la Compañía de Exploración de Georgia del Sur; y alojó en 1916 al explorador Ernest Shackleton durante su estada en Punta Arenas. En el living, Shackleton habría hecho dos disparos presa de la desesperación por los magros resultados de sus esfuerzos por rescatar a sus compañeros. Hoy en día funciona aquí el diario El Pingüino.

Punta Arenas, ciudad antártica (parte 2)


El Hotel de France se ubicaba en la esquina de O’Higgins y Roca, donde actualmente está el edificio Los Ganaderos. Alojó en 1897 al explorador polar noruego y futuro conquistador del polo sur Roald Amundsen y en 1910 la colonia francesa residente, encabezada por Antoine Beaulier, ofreció una cena en homenaje al explorador francés Jean-Baptiste Charcot (fotografía perteneciente a la colección de Fernando Calcutta V.).

Segunda parte y final del artículo escrito por el destacado embajador Jorge Berguño Barnes (1929-2011), que realiza un recorrido histórico antártico por las calles de nuestra ciudad. Entre los años 1890 y 1910, Punta Arenas vivió un notable auge, transformándose en un faro de progreso para toda la Patagonia. Testigos de esta época fueron los más importantes exploradores polares, cuyo paso por la ciudad ha sido rescatado a través de una serie de placas informativas instaladas por el Instituto Antártico Chileno en edificios emblemáticos de la historia polar magallánica.

Si caminamos desde la residencia Blanchard [actual sede del Instituto Antártico Chileno], doblando la esquina de Roca y prosiguiendo por esa calle hasta el Estrecho nos encontramos con una explanada en la avenida costanera que, en la prolongación de la siguiente calle Errázuriz, continuaba con el Muelle de Pasajeros o “Muelle Verde”. Desde allí, el 16 de diciembre de 1908, en su yate a motor Laurita, fue a despedir Juan Blanchard a su amigo el explorador Jean-Baptiste Charcot, acompañado por el gobernador Chaigneau y los miembros de la colonia francesa Beaulier, Detaille, Grossi, Poivre, Roca y el gerente noruego de la Sociedad Ballenera de Magallanes Augusto Henkes. La comitiva subió a bordo del Pourquoi-Pas? que emprendía su segundo viaje de exploración antártica; el champagne inspiró auspiciosos brindis. Charcot zarpó con una nave esmeradamente avituallada por Detaille, entonces encargado de aprovisionamientos de la Sociedad Ballenera de Magallanes. Con el tiempo, Detaille y Henkes establecerían su propio negocio de aprovisionamiento en el edificio de Jorge y Santiago Martinic. Charcot llevaba consigo correspondencia para el capitán Adolfo Andresen, comodoro de la flotilla de la Sociedad Ballenera en isla Decepción y, lo que era más importante, una carta de Blanchard a Andresen, con el acuerdo del Directorio de la Sociedad Ballenera de apoyar con carbón y todos los medios a su disposición las exploraciones del científico francés.

El 11 de febrero de 1910 retornaba el Pourquoi-Pas? a Punta Arenas y todos los amigos de Charcot, con la sola excepción de Francisco Poivre, que había fallecido, habían acudido a recibirlo a bordo del Laurita. Después de descansar brevemente en la residencia Blanchard, Charcot cruzó la plaza Muñoz Gamero para asistir al almuerzo que le ofrecía el gobernador Chaigneau en el Palacio de la Gobernación, diseñado en sobrias líneas neoclásicas y geométricas proporciones por Antonio Allende. Con todo, la colonia francesa quiso rendirle un homenaje más íntimo a su compatriota, que se llevó a efecto en el Hotel de France, donde varios años antes se habían alojado Roald Amundsen y demás miembros de la expedición del Belgica.

Durante el período histórico de gran tráfico marítimo de Punta Arenas, si hubiésemos elegido caminar hacia el Estrecho por la calle Pedro Montt, remataríamos en el muelle “Loreto”, de la Sociedad Menéndez-Behety.

Desde los muelles de Punta Arenas partieron las expediciones de rescate de los 22 hombres aislados en isla Elefante después de la partida de Shackleton. Tuvo Shackleton dos existencias en Punta Arenas: una de infinitos padecimientos y otra de jubiloso triunfo. La primera se extiende desde su llegada, desde las Malvinas, en el vapor Orita, el 4 de julio de 1916, siendo saludado personalmente por el gobernador Fernando Edwards; hasta su regreso triunfal, junto a su salvador, el piloto Pardo, a bordo de la Yelcho, el 3 de septiembre de 1916. En la segunda etapa, que se extiende durante veinticuatro días, hasta la partida de Shackleton y su gente a bordo de la Yelcho, con destino a Valparaíso, sólo hubo festejos. Los expedicionarios se alojaron en el Hotel Royal, perteneciente a un residente inglés y fueron agasajados sucesivamente en el Club Británico, el Club Magallanes, el Club Croata, la Primera y Segunda Compañía de Bomberos, y por numerosas personalidades locales. Shackleton dio charlas en el Club Británico, en la Iglesia Anglicana a cargo del Reverendo C. Cater, amigo suyo desde la época en que ambos vivieron en Edimburgo, y en algunas escuelas.

Con todo, mayor impacto tuvo la charla de Frank Wild en el Teatro Municipal de Punta Arenas, diseñado por Numa Mayer en un estilo similar al Colón de Buenos Aires. Wild estuvo asistido por el fotógrafo australiano Frank Hurley, quien exhibió, por primera vez y antes que fuesen conocidas por el resto del mundo, las dramáticas fotografías y filmaciones del naufragio del Endurance, su destrucción por el hielo y las penosas condiciones en que los náufragos sobrevivieron en isla Elefante. La comisión de Alcaldes ya había recibido formalmente a los expedicionarios en la Casa Consistorial, pero resolvió agasajarlos con una gran fiesta popular en el Club Hípico de Punta Arenas. En este acto multitudinario se asaron 200 ovejas, corrió la cerveza, el vino y otras bebidas, y se hicieron todo tipo de competencias deportivas, incluyendo un partido de football que duró dos horas y media.

Sir Ernest se escapaba a veces al rancho de Tom Jones, administrador del frigorífico de Río Seco. Muy cerca de allí, en el refugio campestre de María Menéndez de Campos, rodeado de un bello jardín con vista al Estrecho, Shackleton escribió en el álbum de María algunos versos extractados del poema “Ship of Fools”, del poeta St. John Lucas: “Somos esos locos que no hallaban reposo en la tierra gris que dejaban atrás…”. Pero Río Seco pasará a la historia por los llamados por teléfono de Shackleton y del piloto Pardo, anunciando su llegada en la Yelcho, así como las conjeturas acerca de si el mundo conoció la noticia del rescate por el teléfono del frigorífico de Río Seco o bien por el telégrafo de la Estación Radio Telegráfica de Punta Arenas (actual Radioestación Bahía Catalina) que entró en servicio en 1914.

En el Club Hípico no sólo se homenajeaba a Shackleton, sino que se efectuaban los vuelos de Luis Omar Page en su monoplano Sánchez Besa y otros ensayos uniendo Punta Arenas con Río Gallegos en 1921. Si en aquellos años se hubiese realizado el vuelo que planeaba en 1926, el ingeniero chileno Antonio Pauly, desde Buenos Aires al polo sur, casi inevitablemente habría hecho escala en el Club Hípico de Punta Arenas. No prosperó la idea, pero Punta Arenas tuvo la oportunidad de demostrar su insuperable capacidad como plataforma de expediciones antárticas, apoyando con equipos, repuestos y suministros varios la expedición de Lincoln Ellsworth y con aviones que, si bien partieron de Estados Unidos, despegaron desde Punta Arenas hacia la Antártida, a fin de rescatar al explorador y su piloto, extraviados durante su vuelo transpolar de 1935.
Punta Arenas continuó siendo una escala importante de expediciones antárticas posteriores, como la del almirante Richard Byrd en el buque Bear, en 1939. La presencia magnética de Byrd causó viva impresión por la personalidad del líder, lo ambicioso de los objetivos así como la cantidad y calidad del equipamiento de la expedición. Byrd fue atendido por las autoridades regionales y también se desplazó por los alrededores, incluyendo las infaltables visitas a Fuerte Bulnes, Puerto del Hambre y Río Seco. Llevaba a bordo dos oficiales de marina chilena como observadores invitados, Federico Bonnert y Exequiel Rodríguez, quien realizó la primera filmación de la Antártica Chilena. Esta comisión anticipaba la futura expedición antártica de 1947, fecha desde la cual se generarían las expediciones anuales de Chile al Continente Helado. Desde entonces y hasta fines del siglo pasado, Punta Arenas consolidaría su posición de plataforma marítima y aeronáutica, para emerger en los albores del siglo XXI como uno de los grandes “puentes” o puertas de entrada a la Antártida.

Por Jorge Berguño Barnes
Versión adaptada de artículo disponible en el Boletín Antártico Chileno (www.inach.cl).


El piloto Luis Pardo, Ernest Shackleton y los náufragos que rescató el chileno desde la isla Elefante en 1916. Nuestro héroe antártico posa frente al Hotel Royal (O’Higgins esquina José Menéndez), donde se alojaron los integrantes de la malograda expedición del Endurance (fotografía facilitada por Fernando Pardo, nieto de Luis Pardo V.).

INACH

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola, mon grand-oncle était Francisco POIVRE. Je cherche la date et le lieu de sa mort. Tout renseignement sur lui m'intéresse. Merci de me répondre.
Avec mes salutations distinguées
T.DEBUSSY-POIVRE
thierry.debussy@gmail.com