Científicos del Conicet, junto a la Agencia Espacial Europea, evaluarán el impacto de un año de aislamiento en los ritmos biológicos. Los resultados servirán para explorar Marte.
Durante todo un año, científicos argentinos en colaboración con la Agencia Espacial Europea harán un seguimiento de las variaciones en el ritmo biológico de un grupo de personas que trabajarán en la base antártica argentina Belgrano II. Se analizarán los cambios en la frecuencia cardíaca, la relación sueño-vigilia, la percepción del tiempo y otros aspectos, a partir de condiciones de aislamiento y de falta de luz. El objetivo: reunir información para preparar de la mejor manera posible a las futuras tripulaciones que viajarán a Marte.
El grupo al que se le harán las pruebas está formado por trece miembros del Ejército que irán a cumplir las actividades de la base correspondientes a su profesión, a quienes se les sumarán dos científicos y dos integrantes de la Fuerza Aérea. Antes de partir a la Antártida, se les realizarán estudios de control en Buenos Aires que servirán como parámetros para comparar resultados.
El grupo al que se le harán las pruebas está formado por trece miembros del Ejército que irán a cumplir las actividades de la base correspondientes a su profesión, a quienes se les sumarán dos científicos y dos integrantes de la Fuerza Aérea. Antes de partir a la Antártida, se les realizarán estudios de control en Buenos Aires que servirán como parámetros para comparar resultados.
“Allá, cada dos meses tendremos un monitor Holter para medir la frecuencia cardíaca las 24 horas y sensores de movimiento y de temperatura corporal para controlar el sueño”, explicó el teniente médico Agustín Folgueira, investigador de campo del proyecto Cronobiología Antártica. Folgueira también realizará los cuestionarios y pruebas –de los que se ocupa la Universidad Nacional de Quilmes- para evaluar aspectos psicológicos, como la percepción del tiempo ante el aislamiento y variaciones a nivel cognitivo como la memoria, la concentración y la velocidad de reacción.
Lo novedoso de la investigación serán los datos objetivos, es decir aquellos que se pueden medir como el ritmo cardíaco y la toma de muestras de cortisol y melatonina, vinculados con la respuesta al estrés y con el sueño, respectivamente. “Nos interesa evaluar el funcionamiento del sistema nervioso autónomo, aquel que es independiente de nuestra voluntad y que se autorregula. Para ello, y por la cantidad de información que brinda, recurrimos al estudio de la variabilidad de la frecuencia cardíaca”, señaló Daniel Vigo, líder del proyecto e investigador de la Universidad Católica Argentina. “Todos los ritmos del cuerpo se regulan en base a la luz natural. Los estudios de adaptación a un ambiente sin luz sirven para analizar la adaptación a un estrés de este tipo en donde se producen trastornos en la vigilia y en el sueño. Queremos saber cómo se comporta la frecuencia cardíaca durante el día y la noche y qué ocurre con el ritmo de actividad”, agregó el experto del Conicet.
“La noche polar influye en el físico: se registra fatiga, hay cambios en la velocidad de respuesta y aumenta la tasa de traumatismos por fallas en la atención y falta de sueño”, sostuvo Ana Zimerman, jefa de Medicina Antártica de la Dirección Nacional del Antártico. Belgrano II es la base argentina más austral y la más aislada. Sólo recibe visitas dos veces al año. Esto la convierte en un análogo en la Tierra para evaluar condiciones que pueden sufrirse en el espacio como en un viaje a Marte.
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