lunes, 10 de diciembre de 2012

Península Valdés Paraíso de la biodiversidad




Ballenas, pingüinos, lobos y elefantes marinos, confluyen en distintos momentos del año en este destino ubicado a 1.500 kilómetros de Buenos Aires y que convoca con propuestas que se basan en el contacto con la naturaleza y la aventura.


La gran biodiversidad que se congrega en esta península de la Patagonia, situada a 1.500 kilómetros al sur de Buenos Aires, incluye especies como la ballena franca austral, la orca, el pingüino de Magallanes, o los elefantes y leones marinos, reunidos por una confluencia de condiciones, según los expertos.


“En pocos lugares del planeta se da la conjunción de tener buenos lugares para reproducirse y alimento disponible, éste es el caso de Península Valdés”, explica Guillermo Caille, experto de la Fundación Patagonia Natural.

La península ofrece un espacio ideal para la reproducción de los cetáceos en los golfos Nuevo y San José, protegidos de las corrientes marinas; y también cuenta con la disponibilidad de alimentos, vinculada a las corrientes marinas que llegan a esas zonas de la costa patagónica.


“Las características oceanográficas del mar patagónico, al que llega al corriente de Malvinas que arrastra nutrientes desde el fondo marino, provoca que haya grandes caladeros, no solo para la pesca, sino también para estas especies”, argumenta Alejandro Carribero, de la Fundación Ecocentro.

Estas dos condiciones: la disponibilidad de alimentos y la facilidad de lugares para la reproducción (en el caso de las ballenas, los elefantes y los leones marinos) o la nidificación, en el caso de los pingüinos, convierten a Valdés en un lugar de gran biodiversidad, durante gran parte del año.


Por eso, el visitante puede disfrutar entre junio y diciembre del avistamiento de ballenas; o divisar pingüinos entre septiembre y abril; al tiempo que elefantes y lobos marinos están en la zona casi todo el año y también se pueden observar orcas y algunas especies de delfines en el verano, entre diciembre y marzo.

En este amplio abanico de especies, la ballena franca austral es la más característica de la zona, un gran cetáceo que estuvo casi extinguido a finales del siglo XIX, pero cuyo crecimiento sostenido, a tasas del 5 por ciento anual, está provocando incluso que la época de avistamiento en Península Valdés se extienda.

“Hace diez años las ballenas venían en septiembre y se iban en noviembre, ahora llegan ya desde julio. La explicación con más consenso es que al aumentar la población, las ballenas se van escalonando”, aclara Caille.

Para ver a las más de 4.000 ballenas que pasan cada temporada por Península Valdés, según datos del Instituto de Conservación de Ballenas argentino, las principales agencias turísticas ofrecen al visitante una navegación por el golfo Nuevo, en el que tanto ballenas como crías se acercan y juguetean con las embarcaciones.
Aunque este turismo es el más masificado de la zona con embarcaciones que llegan a transportar hasta 70 turistas en cada viaje, se trata de un avistaje “de los más reglamentados del mundo”, según expertos como Carribero, de Ecocentro, con quien coincide Caille, de Patagonia Natural.

“Es destacable el cuidado que pone el capitán en tratar de no perturbar más allá de lo posible a la madre con su cría. Navega despacio, para el motor, y deja que la ballena se acerque”, añade Caille.

Según explicaron los representantes de las agencias de viaje, la gran cantidad de personas que van en estas embarcaciones que cada día navegan por el golfo Nuevo en busca del acercamiento a los cetáceos se explica para evitar un gran número de embarcaciones, ya que solo pueden estar seis al mismo tiempo en el agua.

EL HOGAR DEL PINGÜINO MAGALLÁNICO


Junto a las ballenas, los pingüinos son otra de las principales atracciones de la península, donde existen varias ‘pingüineras’, las zonas donde establecen los nidos, aunque su hábitat principal se sitúa unos 180 kilómetros más al sur, en Punta Tombo, por donde pasan un millón de ejemplares cada año.

“Los pingüinos aprovechan arbustos locales como la jarilla para proteger sus nidos, y combinan esos emplazamientos con una gran capacidad de natación para ir a buscar comida a lugares alejados”, manifiesta Caille.
En Punta Tombo, los visitantes circulan por un camino marcado que varias de estas aves cruzan cuando llegan desde el mar con alimento mientras uno de los miembros de la pareja cuida el nido, y hay que tener gran cuidado de no interrumpir la marcha de las aves, para no desorientarles en la búsqueda de su lugar entre millares de nidos.

Además de pingüinos y ballenas, grandes mamíferos como leones, lobos y elefantes marinos acuden cada año a la zona de Península Valdés, donde está la mayor población del hemisferio sur de elefante marino, con más de 40.000 ejemplares cada año.

En el caso de estos animales, la cercanía de recursos como el calamar, con un caladero frente a la zona de Valdés, permite la afluencia estos animales, pesados y lentos en tierra, pero grandes nadadores que recorren 200 millas para llegar a este alimento, lo que para ellos es una “distancia asumible”, según ambientalistas.

También entre estos grandes mamíferos se pueden mover en ocasiones los turistas conducidos por guías expertos, siempre que tomen las precauciones lógicas, como evitar colocarse a favor del viento para que el animal no detecte su presencia o tratar de moverse con lentitud y agachados, para no violentarlos.

Este tipo de turismo, basado en el gusto por la naturaleza y una cierta tendencia a la aventura, es el más demandado en la zona, según explica Liliana Romeo de la Asociación de Agencias de Viajes de Puerto Madryn, la localidad más cercana a Península Valdés.

“El turista que viene a Península Valdés es un perfil de cliente que quiere estar en contacto con la naturaleza todo el día y sabe que las excursiones son largas”, explica Romeo, que distingue además un turismo caracterizado por la “aventura” en el que se ofrecen experiencias tan interesantes como bucear entre lobos marinos.

La crisis económica europea, sin embargo, ha marcado fuertemente a una zona originada como un “destino internacional preponderante”, según Romeo, para quien tan solo franceses e italianos han acudido en el último año, cuando habitualmente tenían muchos más visitantes de otros países europeos, especialmente españoles.
Puerto Madryn, la ciudad más cercana a Península Valdés, recibe cada año más de 200.000 turistas, de los cuales 100.000 vienen exclusivamente entre julio y diciembre para la temporada de ballenas, llegando el resto durante el verano austral, entre diciembre y marzo, según los datos la secretaría de Turismo local.

El cuidado del turismo, junto a la gran biodiversidad de la zona, convierte a esta zona de la Patagonia argentina en uno de los lugares con mejores condiciones para contemplar el espectáculo de la naturaleza a pocos metros, algo que valoran también las instituciones de conservación, como Fundación Patagonia Natural.

“No es menor el esfuerzo que han puesto tanto instituciones como organismo para mantener estas condiciones casi prístinas de Península Valdés. El objetivo es molestar poco y cuidar que el turista no espante a quien vino a ver”, finaliza Caille.

El Día



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