No hacía falta que nadie dijera que Torres del Paine es una de las maravillas naturales del mundo para saber que la belleza de sus lagos y picos admite pocas comparaciones
El equilibrio biológico hace que gran cantidad de especies muy representativas de la región tengan un refugio en esta área natural protegida
En un mismo día de verano aquí puede hacer frío, calor, lluvia y nieve, y es posible llegar a ver un arco iris tanto por la mañana como por la tarde
Tras sobrevivir a la ola de frío de las montañas Rocosas, viajar al hemisferio sur y cambiar el invierno por el verano se presenta como el mejor regalo de Navidad. Es cierto que el verano del lugar adonde vamos no es demasiado caluroso: cerca de las montañas de los Andes y sus glaciares, los meses estivales son más bien frescos.
Nuestro nuevo destino es la Patagonia, una de las áreas con más personalidad del territorio americano. Nuestro vuelo, de Denver a Buenos Aires, atraviesa en línea recta América Central y gran parte de Suramérica tras recorrer una distancia de más de 10.000 kilómetros. Poco después de aterrizar en la capital, tenemos que tomar otro avión hasta el sur de Argentina.
En El Calafate, lugar de inicio de nuestra aventura en Patagonia, pasamos unos días disfrutando de la amabilidad argentina y el buen tiempo, sin nieve ni frío aunque con mucho viento.
El topónimo Patagonia procede del nombre que el famoso navegador del siglo XVI Fernando de Magallanes dio a una de las tribus nativas de esta región, los aónikenk o tehuelches, que se localizaban entre el río Santa Cruz (en la región argentina homónima) y el Estrecho de Magallanes. Él los llamó patagones, nombre inspirado en el gigante Patagón, a causa de su considerable estatura y corpulencia.
Los Cuernos del Paine, excepcional telón de fondo del lago Pehoé. | Foto: Andoni Canela
Había estado allí doce años atrás, y ahora tengo la sensación de que este lugar ha cambiado muchísimo: el turismo ha multiplicado por varios dígitos la población y las infraestructuras.
Desde El Calafate, se tarda entre seis y ocho horas a llegar por tierra hasta Torres del Paine, en Chile. Este Parque Nacional, constituido en 1959 y declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco en 1978, está situado al sur de la Patagonia chilena y se considera la octava maravilla del mundo a causa de la belleza de sus paisajes, donde se encuentran enormes extensiones de pradera o estepa patagónica, grandes formaciones lacustres, glaciares muy antiguos y bosques autóctonos de lenga y ñire.
También destacan las impresionantes montañas de granito que forman parte de los Andes patagónicos, entre las cuales se encuentran formaciones de entre 2.000 y 3.000 metros de altura como los Cuernos del Paine o el Paine Grande. Pero son particularmente conocidas las Torres del Paine, tres torres de entre 2.600 y 2.850 metros de altura modeladas por la acción de los glaciares de esta área y que dan nombre al parque.
Decidimos alojarnos bajo los Cuernos del Paine, junto al lago Pehoé. Al igual que los otros lagos y lagunas del parque, el Pehoé presenta unas aguas azul turquesa que le confieren una belleza espectacular y que, con la ayuda de las olas creadas por un viento casi constante, te hacen pensar que estás junto al mar.
De hecho, en la lengua aónikenk, paine significa azul, un color que se convierte en el emblema cromático de este lugar. La Patagonia ya es de por sí un sitio mágico, y dentro de su inmensidad el Parque Nacional de Torres del Paine es sin duda un lugar con un encanto especial. No hacía falta que nadie dijera que Torres del Paine es una de las maravillas naturales del mundo para saber que la belleza de sus lagos y picos admite pocas comparaciones.
Pero hay algo todavía más importante: el equilibrio biológico hace que gran cantidad de especies muy representativas de esta región tengan un refugio en esta área natural protegida. En Torres del Paine viven mamíferos como el puma, el gato de Geoffroy, el huemul, el guanaco, el zorro culpeo y el zorro chilla, el chingue (o mofeta) y el armadillo. Y también se encuentran aquí más de cien especies de aves, entre las cuales están el cóndor, el carancho (o caracará), el ibis y el ñandú.
El guanaco, uno de los animales característicos de las montañas y llanuras sudamericanas. | Foto: Andoni Canela
De entre todos estos animales hay uno que destaca por su abundancia y para nosotros también por su relación con el puma, máximo depredador del lugar y animal protagonista de esta parte de nuestro proyecto. Se trata del guanaco, un camélido salvaje que vive en las montañas y en las grandes llanuras sudamericanas.
Al poco de entrar en el Parque ya nos encontramos con un grupo de guanacos que descansan con sus crías junto a un lago rodeado de montañas. Hay unos cuarenta chulengos, que es como llaman por estas tierras a las crías de entre uno y dos meses de edad. Algunos juegan entre ellos mientras otros permanecen sentados en la hierba.
Decidimos hacer una caminata por un sendero que sube hacia unas montañas desde las cuales podremos observar el paisaje abierto de los alrededores. Al inicio del camino, junto a una laguna, una pareja de canquenes (gansos patagónicos) con siete pollitos se apartan sin demasiado jaleo del camino mientras unos ñandúes (muy similares a las avestruces) caminan con las montañas de fondo ofreciéndonos una bonita instantánea.
Es muy temprano y el viento, que baja gélido de los glaciares colgantes del Paine, supera los 80 kilómetros por hora. Bajo cero en pleno verano y una sensación térmica insoportable motivada por el viento helado y feroz. Sin embargo, unas horas después, a media tarde, el viento para, sale el sol y nos ponemos en mangas de camisa.
En un mismo día de verano aquí puede hacer frío, calor, lluvia y nieve, y es posible llegar a ver un arco iris tanto por la mañana como por la tarde. Pero también hay jornadas totalmente dominadas por el calor intenso, y ésta ha acabado siendo una de ésas.
El cielo queda despejado y se pueden ver perfectamente los Cuernos del Paine, libres de nubes con la cálida luz del sol pintándolos de negro. Éste es uno de los días más limpios de las dos primeras semanas de nuestra estancia en la Patagonia. Los arbustos de calafate están cargados de frutos (muy similares a los endrinos del pacharán) y los roquedos donde pueden estar los pumas, en la cima de las montañas, parecen muy cercanos y asequibles. De camino hacia allí, es difícil resistirse y no parar a mirar el paisaje, pero la necesidad de rastrear hace que tengamos que seguir adelante.
Los paisajes patagónicos bañados con buena luz son algunos de los lugares más bellos del planeta. Pasamos junto a una pequeña laguna y tenemos que subir por una ladera empinada para disfrutar de una buena visibilidad.
Desde las alturas, se observa un cerro orientado hacia el lago de Sarmiento y otros lagos y lagunas que se pierden en el horizonte. Todos tienen un color azul intenso que nos alegra la jornada. Esa sensación se repetirá en los siguientes días.
Andoni Canela es un reconocido fotógrafo de naturaleza cuyo trabajo ha aparecido publicado en cabeceras como National Geographic, Time o Geo. Su serie de artículos Espíritu Salvaje, fruto del proyecto Looking for the Wild que lo llevará a viajar por todo el mundo en busca de los animales más representativos de cada continente, aparece publicada cada mes en Quesabesde
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