Siempre he considerado a Antonio Gil Olcina y Jorge Olcina Cantos como mis dos maestros en climatología. El otro día comentaba con el primero el reciente descubrimiento de unos australianos sobre el hecho de que el calentamiento global estaba provocando un aumento de la velocidad de los vientos alrededor de la Antártida que, a su vez, ocasionaba un derretimiento más veloz de la banquisa antártica.
En primer lugar comentamos con escepticismo las noticias contradictorias que llegan sobre esta cuestión, porque lo cierto es que queda fuera de toda duda el progresivo retroceso de los hielos en el Ártico pero, hasta ahora, y más en los últimos años, nadie era capaz de explicar cómo ese mismo calentamiento global estaba provocando un continuo aumento de la extensión máxima del hielo antártico, que incluso compensaba el retroceso del primero.
Al margen de esta cuestión, Antonio Gil Olcina nos habló de un viento capaz de superar los 300 km/h en esta inhóspita región del planeta y nos retó a que le dijéramos su nombre. Como pista nos indicó que el viento en cuestión tenía el mismo nombre que una marca de artículos de lujo. Recurriendo a sus apuntes de Climatología Regional, encontramos la respuesta que buscábamos: «En abierto contraste con situaciones de calma anticiclónica, se producen ocasionalmente vientos extraordinariamente veloces con rachas de 100, 200 e incluso 300km/h. Es el denominado efecto Loewe, donde esas velocidades tan elevadas, resultan de la combinación de un efecto catabático de viento que desciende a causa de la gravedad, con aire muy frío y denso, y, por otra parte, atraído por el paso de borrascas, que originan un acusado gradiente horizontal de presión».
En definitiva el potente anticiclón antártico «expulsa» todo ese aire frío «sobrante», que baja además a gran velocidad de las altitudes centrales de la Antártida, y es atraído, a su vez, por las bajas presiones polares que rodean el continente helado. De ese cóctel sale ese efecto, cuyo nombre se debe a Fritz Loewe, habitual compañero de expedición del destacado científico alemán Wegener, junto al que falleció en Groenlandia en 1930.
Enrique Moltó
Diario Levante
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