martes, 9 de diciembre de 2008

"El forjador de pájaros"/Por Julia Salizman*


08/12/08 (APP) Dicen que si no hubiera sido por los pájaros no habrían existido los tehuelches. Y es verdad, porque fueron las aves las que ayudaron a escapar del gigante que lo perseguia al pequeño Elal, el héroe que más tarde creó a los hombres de la Patagonia. Ellas fueron su transporte y su escolta, su abrigo y su alimento. Y ocupando lagunas, grutas y acantilados, se quedaron para siempre en la Patagonia.
Cuentan que en la isla de Kóoch, apenas nacido Elal, una tuco-tuco lo ocultó en su cueva para salvarlo de la furia de su padre, que lo buscaba para matarlo. Sin embargo Terr-Werr, la tuco-tuco, sabía que el escondite era inseguro y que tarde o temprano el gigante Nóshtex devoraría al bebé, para impedir que un día se volviera més poderoso que él. Pero para salvar al niño la tuco-tuco necesitaba ayuda, y al primero que recurrió fue a Kíken, el chingolo.
Cerca de la laguna, Terr-Werr encontró a Kíken, que avanzó a los saltitos a su encuentro. La tuco-tuco le dijo que necesitaba hablar con el cisne, que nadaba muchos metros aguas adentro, y le pidió por favor que solara hasta él y lo llamara. El chingolo cumplió con este primer encargo, y del mismo modo fue convocando a todos los animales para que se reunieran en la asamblea donde se decidiría el destino de Elal. Y es por eso que aún hoy Kíken es amigo de todos, hombres y animales, cualquier sitio es su casa y es el primero en cantar cuando llega el amanecer.
Pero esa tierra desierta, La Patagonia, era el reino de Shíe, la Nieve , y de Kókeske, el Frío. Los dos hermanos, siempre juntos, siempre de acuerdo, recorrían permanentemente su territorio. Shíe llegaba quedamente, deshaciendo en motas su vestido blanco, acolchando las rocas y tachonando el mar.
Luego Kókeske endurecía la nieve caída y la volvía filosa, brillante y resbaladiza. A veces convocaban a Máip, el viento helado, que jugaba con Shíe, haciéndola volar y corría con Kókeske carreras velocísimas.
Kápenk-och era un pájaro negruzco, le gustaba caminar por la tierra buscando su alimento o posarse con su compañera en un arbusto bajo, cantando y silbando a los cuatro vientos. El fue el encargado de distraer al padre de Elal, el gigante Nóshtex, mientras Terr-Werr se dedicaba a los últimos preparativos de la fuga.
Cuando Terr-Werr, la tuco-tuco, mandó llamar a todos los animales, le pidió al piche que buscara al flamenco para que fuera él, una de las aves más grandes, el encargado de transportar a Elal en su viaje hacia la Patagonia.
Recibido el mensaje, el flamenco se apuró a cruzar la laguna para ir en busca de Elal, pero cuando llegó ya el niño se trepaba a las blancas espaldas del cisne. Dicen que su desilusión fue tan grande que no dijo nada, y parado en donde estaba, se quedó quieto, muy quieto, doblando su grácil cuello y ocultando la cabeza debajo de un ala.
* Del libro Leyendas de la Patagonia. Edittorial Planeta.
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