Científicos chilenos encontraron un cetáceo que no había sido registrado en el Océano Austral. El hallazgo fue publicado en la prestigiosa revista científica “Polar Biology”.
Andrea Navarro, Centro IDEAL. En marzo de 2018, el biólogo marino del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh), Marco Pinto-Torres, participaba en una expedición científica a Seno Ballena, ubicado al sur del Estrecho de Magallanes. La campaña tenía como objetivo principal instalar una boya oceanográfica con un sensor de pH y presión parcial de CO2 para medir cambios en el Océano Austral y estudiar el freshening, efecto que se produce en los océanos debido al derretimiento de los glaciares.
Mientras realizaba colecta de fitoplancton (microalgas) en la embarcación que trasladaba al equipo, Pinto-Torres se dio cuenta de que uno a uno, los científicos salían a la cubierta. Algo les llamaba la atención en las gélidas aguas del extremo sur de Chile. Decidió seguirlos y mirar. Los investigadores navegaban camino a las Islas Carlos III (Parque Marino Francisco Coloane), una zona de alta importancia para la alimentación de mamíferos marinos y conocida internacionalmente por el avistamiento de ballenas jorobadas en la época estival, cuando hallaron cinco individuos de delfín liso, que hasta la fecha no había sido registrado en las aguas del Estrecho de Magallanes.
“Inmediatamente nos dimos cuenta de que no se trataba de un delfín que uno puede ver ocasionalmente como el austral, la tonina overa o el chileno, que son las especies más comunes de la zona. Como no tenía aleta dorsal, supimos que se trataba del delfín liso. Esto capturó poderosamente mi atención, por lo que decidí fotografiarlo”, explica el investigador, quien además es estudiante de doctorado de Ciencias de la Acuicultura de la UACh.
Con la imagen en mano, el biólogo marino se contactó con el investigador del Centro de Estudios del Cuaternario Fuego Patagonia Antártica (Fundación CEQUA), Jorge Acevedo, quien corroboró lo que él ya pensaba: pese a que la literatura científica decía que su distribución llega va desde el Perú hasta Cabo de Hornos, la especie no había sido fotografiada antes en el Estrecho de Magallanes.
El biólogo marino Marco Pinto-Torres (quien fotografió al ejemplar de delfín) realizaba colecta de fitoplacton en el estrecho de Magallanes
Los registros anteriores al hallazgo del equipo de investigadores corresponden principalmente a restos óseos. El último registro visual de la especie fue generado por el científico Rodrigo Hucke-Gaete hace 20 años. A raíz de ello, la investigación fue publicada en la prestigiosa revista científica “Polar Biology”.
El delfín liso mide aproximadamente dos metros de largo y es el único delfín que habita en el hemisferio sur que no tiene aleta dorsal. En el norte de Chile, ha sido registrado de forma previa. Su nombre científico es Lissodelphis peronii y pueden llegar a pesar hasta 116 kilos. Según datos de Sernapesca, habita en aguas oceánicas y llega a la costa solamente en aquellas áreas costeras profundas. Es frecuente observarlo en la cornisa continental, en la parte norte de su distribución, donde se asocia principalmente a corrientes frías y condiciones de surgencias.
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Un mes después del avistamiento, en abril de 2018, un guía turístico que habitualmente recorre los canales y fiordos de la región de Magallanes, volvió a reportar más individuos de delfín liso. Esta vez, el hallazgo se produjo más al sur, en las cercanías de las Islas Charles.
“Esto podría significar, que el delfín liso tiene un rango amplio de distribución. No solamente en aguas oceánicas. Utilizan a Carlos III y otros lugares del Océano Austral, que hasta la fecha no han sido descritos oficialmente, como áreas de alimentación y hábitat”, explica Pinto-Torres y concluye que paralelamente “se contradice la idea propuesta por otros autores de que la especie ingresa al interior de estas aguas por error o cuando se encuentra herida o perdida, debido a que el grupo observado se vio con una gran movilidad por más de 30 minutos en distintas actividades y fue nuevamente observado 45 días después en otra área”.
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