Es uno de los lugares más inhóspitos del mundo y tiene dos bares, una peluquera y gente que se viste de manera estrafalaria. La base estadounidense McMurdo en la Antártida supera en sus ambiciones a la de cualquier país, pero enfrenta un panorama incierto por el financiamiento.
BASE McMURDO, Antártida ⎯ En la base McMurdo, una estación de investigación de Estados Unidos, un polvo volcánico negro se levanta de los caminos sin pavimentar y se pega a los camiones y los edificios. La gente come verduras enlatadas, duerme en habitaciones sin ventanas y a diario usa nueve kilos de ropa para sobrevivir a temperaturas por debajo del nivel de congelación.
Desde su origen, cuando era un grupo de cabañas de la Armada estadounidense hace seis décadas, la base ha crecido hasta convertirse en una pequeña ciudad con más de mil residentes durante los meses más concurridos.
Hace tiempo esta base es el centro principal para el programa de investigación antártica más ambicioso operado por cualquier país. Cientos de científicos acuden cada año para estudiar los peligros de los hielos polares que se están derritiendo, los hábitos de apareamiento de los pingüinos, la historia profunda de la Tierra y los grandes misterios del cosmos.
Jonathan Corum/The New York Times
Ahora que el gobierno de Donald Trump está buscando recortar el gasto, el destino de la investigación antártica está en duda.
El costo de mantener la ventaja estadounidense en la Antártida puede ser alto. La Fundación Nacional de Ciencias, que opera los programas de investigación en la Antártida y Groenlandia, ha decidido que los edificios antiguos e ineficientes en McMurdo deben ser reemplazados. Ha ideado un plan que no tiene un costo oficial aún, pero casi seguro ascienda a cientos de millones de dólares.
Además, los barcos que entregan suministros cada año deben ser encabezados por un barco capaz de romper el grueso hielo marino. El único barco en la flota de Estados Unidos lo suficientemente grande para hacer esa tarea, el Polar Star de la Guardia Costera de Estados Unidos, es una decrépita embarcación de 40 años de antigüedad a la que los miembros de la tripulación en ocasiones llaman “una cubeta oxidada”.
Rusia, en comparación, pronto tendrá más de 50 rompehielos. Varios funcionarán con reactores nucleares. En el Congreso de Estados Unidos, miembros de ambos partidos han llamado a la situación una vergüenza nacional y han ofrecido fondos para empezar a diseñar una nueva flota de rompehielos estadounidense.
Pero los barcos podrían costar mil millones de dólares cada uno, y la mayor parte del dinero aún no ha sido asignada. En el mejor de los casos, el primer rompehielos nuevo saldrá del astillero dentro de seis años.
Mientras tanto, las reparaciones de barcos no planeadas podrían forzar a McMurdo y su estación hermana, en el Polo Sur, a operar con tripulaciones esqueléticas durante un año o más, suspendiendo la mayor parte de la investigación científica.
“Estamos viviendo en tiempo extra”, dijo Kelly Falkner, director de Programas Polares de la Fundación Nacional de Ciencias.
Jonathan Corum/The New York Times
Para las personas que operan la base McMurdo, subsistir con un presupuesto reducido es un motivo de orgullo. Los camiones y otras piezas de equipo pesado son reparados una y otra vez, y se mantienen funcionando durante décadas.
“A todo lo que recibimos le sacamos el mayor provecho”, dijo Paul Sheppard, un coronel retirado de la Fuerza Aérea de Estados Unidos que es subjefe de Logística Antártica de la Fundación Nacional de Ciencias. “Los contribuyentes reciben un enorme rendimiento sobre la inversión”.
La propiedad de Estados Unidos sobre este activo científico de primera es, en parte, una reliquia de la Guerra Fría. El adversario entonces era la Unión Soviética, y las dos naciones competían para proyectar influencia en todo el planeta y en el espacio.
Esa competencia ⎯que llevó a los astronautas estadounidenses a la Luna en 1969⎯ también fue una gran razón para que las banderas estadounidenses fueran izadas finalmente en la mejor área de tierra seca en la Antártida, en la cual se ubica la base McMurdo, y en el sitio más simbólico del continente, el Polo Sur.
Hoy, la competencia en la Antártida es China antes que Rusia, que identifica la investigación como una prioridad nacional estratégica. China tiene cuatro bases permanentes y planea una quinta. Estados Unidos tiene tres bases y múltiples campamentos, y su programa en general sigue siendo mucho más grande que el de China.
Mucha de la ciencia estadounidense realmente no se desarrolla en McMurdo. El campamento es un centro logístico; o, como declaró un comité recientemente, el equivalente polar de una plataforma de lanzamiento de la NASA.
Jonathan Corum/The New York Times
“Más de 150 proyectos de investigación operan cada año a partir de la base McMurdo, y todos ellos requieren una enorme cantidad de apoyo logístico, que va desde trasladar carga pesada hasta suministrar alimentos y hacer llegar a las personas a rincones remotos del continente”, dijo Michael Lucibella, editor de The Antarctic Sun, el periódico en internet del Programa Estadounidense para la Antártida. “Es un tipo de logística que yo nunca había visto antes”.
Desde la estación, equipos de científicos pueden volar a campamentos en lo profundo del interior antártico, sondear las profundidades del océano y tomar helicópteros con destino a los valles secos cercanos a McMurdo, una región sin hielo donde cientos de millones de años de la historia del planeta están expuestos en las laderas.
McMurdo también es el ancla vital para la base estadounidense en el Polo Sur. Tractores arrastran enormes contenedores de combustible desde aquí a través del hielo, en travesías que toman semanas, para abastecer a la estación del Polo Sur.
Jonathan Corum/The New York Times
La base del Polo Sur alberga no solo investigación relacionada con el hielo sino también a algunos de los observatorios astronómicos más importantes del mundo, incluido uno diseñado para detectar a neutrinos fugaces desprendidos de los eventos más violentos en el universo, como las explosiones de estrellas.
Apoyar todo este trabajo requiere cientos de empleados que viajan cada año a la Antártida para cocinar, limpiar, reparar maquinaria e incluso combatir incendios.
En McMurdo las comidas son gratis y la pizza caliente está disponible las 24 horas del día. Un cajero automático les permite retirar dinero en efectivo, aunque no existen muchos lugares donde gastarlo. La única estilista es muy solicitada por los miembros de la New York Air National Guard asignada a la base, aunque es menos requerida por los trabajadores. “Hago muchos cortes militares”, dijo Alicia Sutherland, quien cobra 10 dólares por un corte de cabello. “Pero muchas de las personas aquí dicen: “Estoy en la Antártida, simplemente lo dejaré crecer”.
Jonathan Corum/The New York Times
Los científicos y el resto del personal necesita bares, por supuesto, y por eso hay dos. En una población donde el sol se mueve sobre la cabeza y el reloj de sol arroja la misma sombra a la medianoche y al mediodía, los bares oscuros brindan la anhelada ilusión de la noche. En un paisaje agreste de hielo blanco y piedra negra, la gente que pasa tiempo aquí invariablemente desarrolla un aprecio por las costumbres.
“Un día yo estaba caminando y vi a uno de los empleados de limpieza vestido con un traje de porrista y alas de hada, y le dije: ‘Oh, ¿vas a ir a la fiesta de disfraces esta noche?’. Y él respondió: ‘No, voy a jugar quemados’”, contó Kelly Swanson, una doctora de Massachusetts que ha pasado varias temporadas dirigiendo programas recreativos en McMurdo.
Laura Gerwin, una fotógrafa de Santa Fe, Nuevo México, que trabaja como conductora de un vehículo de transporte en el hielo, dijo: “Se ven muchos tutús, muchos calcetines de colores brillantes, muchos mamelucos. Si no tuviéramos sentido del humor pasaríamos un periodo muy difícil en este continente agreste”.
Jonathan Corum/The New York Times
McMurdo se extiende a lo largo de más de cien edificios, muchos de ellos bastante pequeños; un legado de sus orígenes como campamento de la Armada, pero vistos hoy en día como uno de los mayores problemas de la base.
El rediseño combinaría muchos de los almacenes, dormitorios y otras estructuras existentes en un edificio mucho más grande y más alto, el cual usaría de manera más eficiente la energía y la mano de obra.
Es probable que las cuestiones del financiamiento reciban escrutinio en los próximos años, a medida que la fundación de las ciencias empieza a solicitar las grandes sumas que requerirá el plan.
El almirante Paul Zukunft, comandante de la Guardia Costera, ha sido optimista públicamente. “Estamos apurando las acciones iniciales para construir el primer rompehielos pesado para 2023”, dijo en un discurso en marzo.
New York Times
No hay comentarios:
Publicar un comentario