lunes, 26 de julio de 2010

China rompe el hielo

Los polos se derriten a la velocidad del rayo y las potencias preparan sus largas uñas para apoderarse de mares y tierras hasta ahora protegidas.


China es la más aguerrida. Cuenta con el rompehielos no nuclear más poderoso de la Tierra, el Xuelong (Dragón de Nieve), mientras construye otro de 8.000 toneladas a un costo de US$ 300 millones. La milenaria cancillería de Beijing sabe que en el Ártico y la Antártida reside el futuro alimenticio (¿y de territorio?) de su incontenible población.


En la península antártica, cerca de la base argentina Júbani y al lado de la chilena Frei, China terminó de construir un impresionante complejo con capacidad para cientos de científicos y exploradores. También levanta otros tres centros de investigación en la zona antártica más próxima a Nueva Zelanda y prepara su expedición número 27.


En el Ártico, China quiere tener una porción de los recursos naturales que se encuentran por debajo de la capa de hielo que está desapareciendo. La NASA calculó que desde 1988, en los veranos, se pierde hasta el 74% del hielo como consecuencia del cambio climático. La mayoría de los expertos coinciden en que para el 2030 se podrá navegar ese inmenso mar unos seis meses al año. Algo que permitiría la explotación del que el Geological Survey de Estados Unidos calcula que es un tesoro de 90.000 millones de barriles de petróleo, 44.000 millones de barriles de gas licuado y trillones de metros cúbicos de gas natural. Todo esto está en disputa por los miembros del Consejo Ártico, compuesto por Canadá, Estados Unidos, Rusia, Islandia, Noruega, Suecia, Finlandia y Groenlandia (Dinamarca), que comparten costas en esa zona del planeta.


Y en el medio, aparece China que no tienen nada que ver con el acuerdo entre estos países pero que tiene los recursos y la impronta para quedarse con parte de esa torta . Ya armó su base de operaciones. La embajada más grande que jamás se haya levantado en Reykjavik, la capital islandesa.


El Dragón de Nieve no parece tener barrera de hielo que lo vaya a detener.

Clarín de Buenos Aires

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